sábado, 5 de mayo de 2012

08 - Plaza de Cataluña, un mundo de superlujo ... (II). Los mingitorios del lado montaña de la Plaza de Cataluña y sus aledaños.

El lector que haya pasado por el post anterior en el que se describían los urinarios sitos en el lado mar de la plaza no encontrará ahora en esta otra descripción muchas novedades, ya que solamente puedo añadir algunos rasgos específicos distintos y poca cosa más para facilitar la comprensión de aquel escenario global a los que no lo vivieron y para revivir recuerdos o recordar detalles quizá olvidados a los que sí lo vivieron en primera persona.

Empezaré mencionando que, a diferencia de esos otros urinarios ya descritos de corte algo caduco y, aunque parezca extraño el adjetivo, algo señoriales porque tenían un aire de construcción antigua, estos de los que voy a hablar eran de factura algo más moderna y funcional, construidos aparentemente con materiales y diseño más acordes con aquella época o sea, en definitiva, más anodinos. Estaban ubicados también bajo la plaza, adonde se accedía por la amplia escalinata sita en su lado montaña, entre los dos surtidores, tal como se ve en el centro de la foto.

Entrada a los urinarios lado montaña de la Plaza de Cataluña.
En el centro, entrada a los urinarios lado montaña de la Plaza de Cataluña, ya desaparecidos como todos.
Los encontrábamos entrando al vestíbulo y pasillo subterráneos por la parte derecha de las escaleras y luego siguiendo por el mismo lado derecho del pasillo, más o menos debajo del parterre y surtidor que se ven en ese lado de la foto. Según se entraba en el pequeño local, veíamos sendas filas con no más de seis urinarios a la derecha y otros tantos a la izquierda, de unas dimensiones más modestas en altura que los que comenté en el post anterior y que por lo tanto permitían una visibilidad del entorno mucho más gratificante, amén de mayores posibilidades de manoseo entre vecinos de urinario. Al frente se encontraban los wc, ocupando de lado a lado la pared del fondo y en la pared de la izquierda, entre éstos y la hilera de urinarios, una mesa y una silla en la que se sentaba el encargado que facilitaba papel higiénico a cambio de una propina ya establecida y que también cuidaba, al parecer, de la limpieza y supongo que de poca cosa más que de abrir y cerrar al principio y final de jornada. Allí se daban a veces algunas escenas algo subidas de tono ante la aparente tolerancia de dicha persona, la cual siempre justifiqué pensando para mis adentros que dada su avanzada edad y por su actitud y aspecto general probablemente tendría problemas de visión, lo que unido a la obligada contención y discreción de los interesados era lo que facilitaba aquellas muy esporádicas y rápidas acciones. Aquel venerable señor, bajito, con unas gafas no muy limpias y de una aspecto general desastrado que en cierto modo conmovía, estaba tan integrado con su cometido que hasta comía allí mismo; más de una vez pude verlo comiendo de una fiambrera en aquella mesa, en medio de aquel ambiente no forzosamente muy higiénico y nada acogedor.

Aquel lugar reunía algunas condiciones muy curiosas, por ejemplo, se encontraba casi frente a un "cuartelillo" de la policía local de Barcelona, la Guardia Urbana, situado enfrente mismo de las escaleras que comunicaban el subterráneo con el exterior, donde hoy se encuentran otras oficinas municipales. Esta vecindad no obstaba en absoluto para que de vez en cuando se llevaran a cabo actividades no demasiado legales para las leyes de aquellos tiempos y en parte de los actuales, en lo que a la moral respecta. Es de suponer que la Guardia Urbana disponía de sus propios servicios en el interior del cuartelillo ya que nunca les vi utilizar los públicos, para tranquilidad de los parroquianos más habituales de éstos.

Otra particularidad era que estaban situados en un lugar mucho más transitado que los que comenté en mi post anterior, por existir un enlace con el metro a través del pasillo en el que se encontraban, lo que hacía que el porcentaje de público no homosexual fuera mucho mayor que en aquellos otros. Por lo tanto, a pesar de las facilidades para establecer contacto visual y material, había que ser especialmente precavido. Como en tantos otros sitios similares lo más habitual era fijarse en alguien para luego entablar conversación en el exterior, donde podía hablarse de cualquier tema con mayor discreción que entre tantos tíos situados cara a la pared y mirándose a la cintura.

Algo que no he comentado hasta ahora es la posibilidad de encontrarse en alguno de esos lugares públicos con algún conocido, lo que no deja de ser normal pero que, si se repite más de una vez, puede descubrirnos tendencias que no habíamos sospechado de aquella persona y viceversa. Así me ocurrió una vez en este lugar, la primera vez no supuse que fuera nada anormal, pero al repetirse en otras ocasiones llegué a la conclusión de que aquella persona, A.C., tan seria y muy respetada en algunos círculos era también otro maricón vergonzante como yo, cosa que confirmé muchos años después en que conocí a otros maricones mucho menos vergonzantes que también lo conocían a él. Desde que deduje de que pie calzaba aquella persona opté por espaciar mucho más mis visitas a ese lugar, pues me resultaba incómodo encontrarme con él aunque los dos supiéramos perfectamente a lo que íbamos, si bien nunca tuvimos ningún tipo de contacto ni tampoco mostramos, en ninguna de nuestras coincidencias en el lugar, ninguna actitud distinta a la de cualquier otro inocente usuario de los mingitorios. Por otra parte, aunque ignorar estos urinarios podía representar perder alguna oportunidad de ligue, tampoco me supuso demasiado inconveniente pues había muchas más opciones gracias al resto de urinarios públicos que entonces poblaban la zona.

Recuerdo algún ligue en aquel lugar, gracias al cual empecé a conocer la utilidad de algunos zaguanes, vestíbulos o escaleras de ciertos edificios cercanos. Sí, tal era la penuria de medios y de oportunidades así como la represión social, policial y legislativa imperante que, como acostumbra a ocurrir en cualquier ámbito, cuando se aplica una presión por un flanco ésta se escapa por otro, generalmente peor para los afectados pero mejor (aparentemente) para los gobernantes que, haciendo como que lo ignoran, se dan por satisfechos con la apariencia de "normalidad" conseguida.

Me explicaré. Partimos de la premisa de que en aquellos tiempos casi ninguno de los que frecuentábamos esos lugares teníamos "sitio", como se acostumbra a decir. Como la necesidad acucia el ingenio, supongo que algunas personas avispadas averiguaron la existencia de portales de escaleras de vecinos o de oficinas poco transitados, alguno de los cuales incluso quedaba abierto de noche e imagino que no tardaron mucho en utilizarlos para los urgentes y furtivos escarceos que hacen al caso. Desconozco desde cuando se usaban, pero a finales de los años sesenta estaban en pleno apogeo. Conviene recordar que aún no había porteros automáticos y que la mayoría de portales permanecían abiertos durante el día y se cerraban a las diez de la noche. Si bien en la mayoría de ellos había portera, en los que muestro a continuación no la había, circunstancia que facilitaba el uso poco convencional que les dábamos.

Av. Portal de l'Àngel
En las escaleras interiores de este portal, situado a menos de cien metros de la Plaza de Cataluña, tuve el placer
(nunca mejor dicho) de ser mamado en varias ocasiones. Aunque en una de ellas fuimos sorprendidos por unos
vecinos que ya podéis imaginar como reaccionaron y con qué apelativo nos increparon mientras escapábamos.
Las escaleras interiores de esos edificios ofrecían el valor añadido de facilitar las felaciones al permitir que cada actor de las mismas se situara en un escalón distinto, evitando así incómodas genuflexiones y permitiendo mayor facilidad para una rápida huida en caso de ser descubiertos ya que, por otra parte, en ningún momento se despojaba nadie de su ropa, solamente si era necesario se sacaba la parte imprescindible de la propia anatomía por fuera de la ropa y nada más.

Ahora lamento haber participado en ensuciar aquellas escaleras con fluidos corporales tan fácilmente reconocibles y siento una vergüenza retrospectiva como la que también siento aplicada al presente cuando visito hoy en día algunos lugares de cruising donde los usuarios (que por serlo deberían pensar más en respetar esos espacios o, al menos, disimular el uso que les dan) dejan tirados sin miramientos multitud de pañuelos y preservativos usados, con lo que además de degradar el entorno dejan pistas irrefutables de lo que se hace allí, cosa que acaba conduciendo a que los ayuntamientos respectivos arrasen la vegetación de esas áreas para evitar su uso en tales actividades, como he observado que así ha ocurrido en distintos sitios de Barcelona, Cabrera de Mar, El Masnou, Mataró y otros, mientras después todo son quejas en los foros gay por parte de los que antes no supieron respetar esos espacios ni actuar con más discreción.

Balmes / Ronda Universitat
Edificio cercano a la Plaza de Cataluña, que por ser de oficinas era muy accesible, aunque entrañaba
la posibilidad de que en cualquier momento apareciera alguien que entraba a, o salía de, una oficina.


Volviendo a aquellos tiempos, explicado ahora puede parecer algo sórdido, pero no lo vivíamos como tal porque, en definitiva, para los proletarios no había más opciones salvo algún caso excepcional de algún soltero que viviera solo o alguien que por alguna circunstancia gozara de la posibilidad de usar algún local o almacén cercano gracias a su trabajo, por ejemplo.

Y así nos desahogábamos algunos en aquella época, cuando podíamos distraer alguna hora de una mañana o principalmente en mi caso, de alguna tarde, antes de volver al formal seno familiar.

Balmes
Este portal muy cercano al anterior, hoy moderno y cerrado, entonces
cochambroso y abierto, tenía la particularidad de que no se cerraba por la noche.
Cerrando ya este capítulo, me doy cuenta de que no recuerdo con claridad a las personas que a partir de aquellos mingitorios me llevaron a esos interiores de escalera u otros lugares, pero sí puedo mencionar algunas:
- Un hombre de mediana edad, no gay aparente, que hacía unas mamadas extraordinarias, con el que coincidí bastantes veces.
- Otra persona, también de mediana edad, a la que se le notaba algo de pluma, que te llevaba a una escalera con la excusa de chupártela, cosa que realmente hacía bastante bien, pero que sabía colocar su cuerpo de tal modo detrás de uno, en lugar de enfrente, que al mismo tiempo de chuparla fregaba su tiesa polla en el culo del chupado o, cuando por diferencias de altura o de situación en la escalera no podía, lo hacía con la mano. Un aliciente añadido, aún teniendo en cuenta que todo eso se hacía completamente vestidos, naturalmente.
- Otra persona, que conocía de vista de otro lugar nada relacionado con el ambiente gay, que a veces disponía de un piso en un edificio de la calle Pelayo. Buena polla, por encima de la media.
- Y finalmente otra, con la que solamente fui una vez, que me llevó a un piso de la calle Trafalgar en donde tuvimos una sesión tan tórrida que dejamos las sábanas de la cama absolutamente empapadas de sudor. Sabía recibir muy bien una buena polla como era la mía entonces y yo procuré no ser menos en mi entrega. Tenía un par de perritos muy monos y durante un buen rato estuve fantaseando con la posibilidad de que ellos también supieran hacer algo para contribuir a aquella pequeña orgía de dos, pero no me atreví a preguntarlo.

Estos son los únicos que recuerdo con algún detalle, bien por ser habituales o por haber dejado un recuerdo más señalado que otros de los que, lamentablemente y a pesar de haber sido unos cuantos, no conservo ninguna memoria tan detallada.

No quisiera terminar estos comentarios sin advertir a mis lectores actuales, por si no hubiera quedado claro, que no deberían intentar emular a aquellos jóvenes de entonces, hoy vejestorios como yo, en esas correrías en escaleras de vecinos y mucho menos en las que aquí se muestran, probablemente reconocibles para los habituales de la zona, porque con el paso del tiempo y la obligatoriedad de los porteros electrónicos, todo aquel sistema de pseudo-cruising pasó hace muchos años a la historia para bien de los vecinos de aquellos inmuebles, que me imagino debían estar hasta el gorro de encontrarse continuamente con charquitos y salpicaduras en el suelo y paredes y seguramente también en alguna ocasión con alguna pareja en plena "faena".