lunes, 10 de octubre de 2011

07 - Plaza de Cataluña, un mundo de superlujo para contactos gay entre proletarios, desde los años 60 (o antes) hasta los 90 (I).

Ciertamente, la plaza de Cataluña era para mi el centro neurálgico del ligue homosexual durante aquellos años de represión social en general y mía en particular, aunque antes de llegar a eso, dada mi timidez y cortedad, lo fue durante largo tiempo puramente de multitud de simples calenturas y autopajas, algunas "in situ". Existía esa facilidad, más o menos aprovechada según el atrevimiento de cada uno, porque en aquel vasto perímetro estaban comprendidos no menos de cuatro "mingitorios" públicos en los que solazarse con la vista, al menos, de multitud de pollas ajenas. Como estoy relatando mis propias vivencias, solamente puedo hablar de las "actividades paralelas" que se llevaban a cabo en esos lugares a partir de finales de los 60, pero es lógico pensar que dichas pecaminosas actividades ya debían existir antes de que yo tuviera conocimiento de ellas. Asimismo, estoy seguro de que había lugares mejores en Barcelona para esos menesteres, más "selectos", privados y discretos, pero entiendo que para la gran mayoría de homosexuales, vergonzantes o no, pero pertenecientes por lo general a la clase trabajadora en una época que no era precisamente de plenitud económica de la sociedad, aquellos otros lugares de los que sólo tuve algunas vagas referencias eran inalcanzables por su coste y hasta por su horario.

Dentro de mi ambiente proletario, fui descubriendo con el tiempo algunos otros lugares más en aquella área tan céntrica, a medida que me fui "soltando", así como percibí cosas que el paseante normal supongo que no percibía, como el corner de los homosexuales, situado en los bancos de piedra de la esquina inferior de los jardines, en la parte más cercana a Fontanella/Portal del Ángel. Allí se podía confraternizar durante el día y mucho más durante la noche. Aún sin ser precisamente un asiduo del lugar, procuraba pasar por allí cuando visitaba los servicios públicos, para ver el panorama y, aunque no entablaba conversación con nadie, recuerdo especialmente a algunas personas:
- Un señor mayor, no muy alto, muy elegante según los cánones de la época, siempre con una chaqueta tipo blazer azul marino, pantalones color crema o tostado siempre impecablemente planchados, jersey blanco de cuello alto, sello de oro en uno de sus dedos, gafas de sol y un cabello blanco cuidadosamente peinado con cierto volumen. Cuando se le veía en los urinarios mostraba una polla de tamaño respetable, aunque no parecía muy consistente. Durante bastante tiempo, cada vez que me veía me proponía cosas ciertamente interesantes, pero por aquel entonces yo no estaba receptivo a nada que no fuera el contacto visual o, más raramente manual, en los urinarios, cosa que tampoco ocurrió con él porque por aquel tiempo mis preferencias se dirigían preferentemente a personas aproximadamente de mi edad y especialmente a las que aparentaban ser menores que yo.
- Un chico más o menos joven, tampoco muy alto, de apariencia sudamericana, fuerte y recio, con una cicatriz en la parte superior de cada pómulo que yo imaginaba que sería la marca distintiva de alguna tribu india. Aparentemente tenía una polla descomunal siempre erecta y digo aparentemente porque nunca se la vi en directo, pero mostraba en la entrepierna un gran e identificable relieve que llamaba mucho la atención. Tampoco hice nada con él, pues me parecía que debía ser un chapero y, en mi imaginación, quizá peligroso, por lo que procuré no tener contacto con él, aunque más de una vez me había saludado mientras paseaba enfrente mío mostrando su gran paquete. 
- Aquel chico que me hizo la primera paja en el Cine Atlántico, que también vi alguna vez sentado en estos jardines, aunque no en los urinarios.
- Otros personajes de todo tipo, especialmente nocturnos, con los que tampoco tuve generalmente nada que ver, así como algún ligue ocasional o hasta algún chaperillo que alguna vez me llevé al apartamento y sobre los cuales ya comentaré en su momento.

Pero hablemos de los urinarios, que son el tema de este post. Empezaremos por los que, por su aspecto, me parecían de un estilo más antiguo. Se accedía a ellos desde las dos escaleras que flanqueaban la fuente/estanque situada en la parte baja de los jardines de la plaza, en el lateral opuesto al actual monumento a Francesc Macià, entonces inexistente. También se llegaba a ellos por un pasillo subterráneo de acceso al parking ídem., conectado en el otro extremo con el pasillo de los accesos a dicho parking ubicados en la acera del Banco de España.
Urinarios más antiguos de la Plaza de Cataluña, hoy desaparecidos.
Vista aérea en la que se aprecian las escaleras de acceso peatonal al subsuelo a cada lado de la fuente/estanque.
Las de la parte inferior de la foto, que eran las que desembocaban directamente en la puerta de los urinarios,
han desaparecido, siendo sustituidas por una escalera mecánica.

Entrando a la izquierda se encontraba la pieza en la que estaba el encargado, seguida de los w.c. y entrando a la derecha una hilera de urinarios adosados a la pared, de una sola pieza tamaño king size, es decir desde el suelo hasta la altura del hombro. El conjunto del local estaba construido en forma de arco geométrico, es decir, su planta no era recta, sino que describía una cierta curva a la derecha por lo que yo procuraba ponerme en los últimos urinarios que estaban menos a la vista del resto. Allí encontraba de vez en cuando alguna paja o, cuando tuve el apartamento que ya he comentado, alguna posibilidad de algo más, aunque en general las personas contactadas fueron siempre bastante reacias a hacer nada fuera de allí. En resumen, de este sitio guardo buenos recuerdos, algunos ligues interesantes con alguno de los cuales incluso repetí encuentros, pero poco abundantes, quizá porque en otros urinarios era más viable el contacto visual y por lo tanto eran más concurridos y producían mejores resultados que éste, de los que, de todos modos, no me quejo.

La incidencia más digna de mención fue algo negativa y la relato a continuación.

Un buen día en que estaba socializando con otro chico, salimos al exterior y, mientras comentábamos lo que podríamos hacer, cercanos ya a la esquina de la plaza de Cataluña con las Ramblas, se nos acercó un individuo bajito que también estaba en los urinarios, un tipo moreno, con gafas oscuras, con el clásico bigotillo que en aquellos tiempos acostumbraban a lucir los personajes del régimen o afines al mismo y nos pidió la documentación. La verdad es que yo lo vi un personaje tan arquetípico del falangista reprimido y no del policía, que le pregunté porqué y quién era y el hombre, que no se puede negar que iba bien preparado para lo que pretendía (que supongo que era simplemente amedrentar a todos los maricones que pudiera para reafirmar su gran masculinidad y, quizá, a sus ojos, cumplir con una supongo que autoimpuesta y sacrosanta misión de contribuir a limpiar así la sociedad española de indeseables), se levantó la solapa izquierda de la chaqueta para mostrar una chapa redonda, de la que no acerté a ver todo el contenido pues solamente la enseñó durante medio segundo, pero en la que aun así logré leer alguna palabra (que ahora lamento no recordar) de las que formaban la leyenda escrita en su borde circular, que no tenía nada que ver con el papel de policía que estaba adoptando con nosotros. También se diferenciaba aquella chapa de una placa policial por la forma y por los símbolos contenidos en ella, pues no vi ni rastro del águila entonces omnipresente en todos los escudos oficiales. Como detecté que era un falsario, le dije "a ver, a ver" y acerqué la mano a su solapa para arrancarle la chapa, aunque sin tener conciencia clara de lo que haría con ella. Él se apartó y empezó a increparnos a voz en grito, yo respondí mandándole a paseo, pero pronto vi que el otro chico estaba acojonadito y preferí cruzar el paso de peatones hacia la parte central de la Rambla acompañado por el chico, dejando a aquel hombre frente al entonces Banco Central, hoy Sfera, diciéndonos a voz en grito "sigan su camino de maricones ...". Nunca más he tenido tanta presencia de ánimo ante otras situaciones que me han acaecido posteriormente, lo que solamente puede ser efecto de la inconsciencia de mi juventud ya que, por suerte, en aquella ocasión el hombre se quedó sin saber que hacer y supongo que con la sensación de haber sido descubierto fingiendo algo que no era (si bien nunca dijo la palabra "policía") pero si por casualidad, encontrándonos en aquella tesitura, hubiera aparecido un policía de verdad quizá el problema podría haber ido a peor, habida cuenta de las conexiones que entonces existían y siguieron existiendo hasta muy avanzada la "transición", entre la policía y las organizaciones ultraderechistas.

Por casualidades de la vida, algún tiempo después volví a ver a aquel elemento, erguido y marcial, paseando acompañado de la que supongo era su santa esposa, compuesta, acicalada y cogida del brazo de su hombre, como ya hacía algunos años que no se estilaba pero, por otra parte, como no cabía menos que esperar de una recia pareja, estoy seguro que basada en los más acendrados cánones carpetovetónicos implantados unos treinta años antes. Pero volviendo al incidente, lo que sí consiguió aquel día fue fastidiarme el plan porque aquel chico se atemorizó y se fue y yo mismo estuve mirando por encima del hombro durante un buen rato por si me seguía algún policía, verdadero o simulado.

Con esto doy por descrito el primer lugar de los de mi lista del post anterior. Proseguiré con los demás sitios en próximos posts, de los que espero recordar cosas más excitantes que las que he relatado de éste.

jueves, 6 de octubre de 2011

06 - Los históricos y útiles por tantos conceptos "mingitorios públicos" de Barcelona.

Hubo un tiempo en que los ayuntamientos se preocupaban de mantener instalaciones prácticamente gratuitas para que los ciudadanos atrapados por una necesidad perentoria en medio de la ciudad pudieran darle curso de un modo bastante digno, gracias a esa encomiable previsión municipal.

Me refiero a los llamados oficialmente en Barcelona "mingitorios públicos", unos lavabos públicos  normalmente subterráneos y habitualmente construidos de dos en dos, uno para hombres y otro para mujeres. En ellos se podían hacer, recordando la pacata terminología de entonces, "aguas menores" o "aguas mayores". Solamente puedo hablar de las instalaciones para hombres, que generalmente consistían en una hilera de urinarios adosados a una pared, separada por un pasillo de otra hilera de cubículos con inodoro ubicados en la pared opuesta. O bien dos hileras laterales de urinarios, con los inodoros al fondo. El uso era gratuito o sujeto a una propina absolutamente voluntaria, excepto si se deseaba utilizar los w.c., en cuyo caso había que pedir papel al encargado a cambio de un modesto precio tácitamente aceptado. Como oferta adicional, en algunos se ofrecían algunas horas al día los servicios de un limpiabotas.

Me duele constatar como el Ayuntamiento de Barcelona eliminó sin piedad aquellos símbolos de la previsión y del cuidado municipal en favor de los ciudadanos, dejando a éstos sin lugar al que acogerse ante una necesidad, salvo alguno de los raros w.c. pre-fabricados y carísimos (comparados con los de entonces) del centro de la ciudad o la socorrida solución de una consumición en un bar, para tener derecho a utilizar sus servicios. Sin embargo, la previsión del Ayuntamiento ha ido por otros derroteros. Después de suprimir los lavabos públicos que tantos servicios prestaban a los ciudadanos y no crear unos sustitutos dignos y abundantes como aquellos, se ha dotado de una "ordenanza del civismo" para denunciar a los que, quizá víctimas del desamparo municipal, sucumben a aliviar sus necesidades directamente en la calle por no tener alternativas. No incluyo entre éstos a los inevitables gamberros que proliferan y campan a sus anchas, también gracias a la imprevisión municipal.

Me parece muy desafortunado que hayan desaparecido aquellos espacios, a uno de los cuales le dio un tan insólito como incidental papel Luis García Berlanga en su película "Plácido", con guión de Rafael Azona, rodada en Manresa en 1.961. Y es aún más lamentable que haya sucedido esto en Barcelona que tanto presume de europea, cuando en las ciudades de Europa que yo conozco en las que existía este servicio se sigue manteniendo igual que antes o ampliado, si bien en algunos casos sustituyendo al encargado por un servicio de limpieza regular y un torniquete para recaudar el precio de la "entrada".
"Plácido", film de Luís García Berlanga, 1.961
Escena de "Plácido". Es Nochebuena, la esposa de Plácido (Elvira Quintillà) es visitada por su atribulado marido (Casto Sendra "Cassen") en la garita de los urinarios públicos donde ella trabaja. Él juega con su hijo mayor y ella da papilla al bebé, mientras un cliente espera su papel higiénico. Obsérvese el inconfundible embaldosado blanco de la pared, la ventanilla para atender a los usuarios y el rollo de papel higiénico colgando encima de la ventanilla.
Pero el objeto de traer a colación aquí estos espacios municipales es el de describir otros usos que algunos les dábamos en aquellos años en que la mayoría de homosexuales vivíamos* tal condición en secreto para no caer bajo la "Ley de Vagos y Maleantes", una de tantas herramientas de represión que el "régimen" usaba discrecionalmente, cuando le convenía a tal o cual autoridad, contra ciudadanos desamparados jurídicamente sobre los que podían recaer multas (el caso más habitual) o incluso penas de privación de libertad o trabajos forzados. Como apunte erudito cabría añadir que, en realidad y contra lo que se acostumbra a creer, la Ley de Vagos y Maleantes no fue originalmente producto franquista, sino promulgada por el gobierno de la República e iba dirigida a la vigilancia y represión de vagabundos, nómadas, proxenetas y cualquier otro elemento considerado antisocial, pero en ningún caso a los homosexuales.

La modificación franquista se produjo el 15 de julio de 1954, incluyendo el vocablo homosexual en varios de sus artículos. Sirvan como referencia los siguientes párrafos, en los que se subraya lo que añadió el gabinete jurídico del "Caudillo":
Art. 2º.- Los homosexuales, rufianes y proxenetas.
Art. 6º.- A los homosexuales, rufianes y proxenetas, a los mendigos profesionales y a los que vivan de la mendicidad ajena, exploten menores de edad, enfermos o lisiados, se les aplicará para que las cumplan, todas sucesivamente, las medidas siguientes:
a).- Internado en un establecimiento de trabajo o colonia agrícola. Los homosexuales sometidos a esta medida de seguridad deberán ser internados en instituciones especiales y, en todo caso, con absoluta separación de los demás”.

Queda evidenciado que la nueva Ley de Vagos y Maleantes así formulada condenaba a los homosexuales por el simple hecho de serlo, mantuvieran o no relaciones. Disparate que se acabaría reconduciendo mínimamente con la imposición del criterio de reincidencia, mediante el establecimiento de dos condiciones requeridas, muy descriptivas por otra parte, para aplicar medidas de seguridad a los homosexuales: 1.- “Ejecución de actos de ayuntamiento carnal perineales, activos o pasivos, de masturbación, de manoseo, de tocamientos mutuos o de onanismo bucal; todo ello entre personas del mismo sexo”. 2.- La realización “continuada y repetida de estos actos de aberración”. Parco consuelo para los que podían ser víctimas de esta ley por repetidos "manoseos o tocamientos mutuos", naturalmente consentidos.


Pero a pesar de las leyes, cuando el picor apretaba acudíamos al espacio cerrado de aquellos urinarios en los que cabía la posibilidad, siempre con muchas cautelas (salvo algunos casos excepcionales), de calibrar visualmente la apostura de uno o más colegas de urinario y, a partir de ahí, entablar contacto verbal fuera del recinto, como quien no quiere la cosa, con la esperanza de que ese contacto se transformara en carnal si se daban las condiciones adecuadas. 

Además de en los servicios municipales se podían vivir escenas similares también en algunos otros lavabos más o menos públicos pero pertenecientes a otras entidades, principalmente empresas de transportes, algunos bares y algún cine. En total, llegué a conocer más de veinte y estoy convencido de que me debieron quedar bastantes por conocer, entre otras razones por no estar ubicados en las zonas de la ciudad que yo frecuentaba, porque uno será un vicioso pero también tiene otras obligaciones que le impiden estar todo el día de descubrimiento, caza y captura (como en realidad me gustaría) y más en aquellos años en que tenía que trabajar duro para labrarme un porvenir.

Animo encarecidamente al posible visitante de este blog que eche en falta alguno de esos sitios en mi reseña a que nos ilustre con sus datos y detalles sobre el mismo. 

Como el post anterior me ha quedado algo largo y este tiene todas las trazas de ir por los mismos derroteros, terminaré simplemente con una relación de los lugares que existían en los años 60 y 70, o al menos de los que recuerdo. En sucesivos posts ampliaré la información con una descripción de cada uno y las anécdotas más importantes que me ocurrieron en ellos.

Municipales
- Plaza de Cataluña, lado mar, en la esquina más cercana a la calle Fontanella, subterráneo bajo la fuente y estanque.
- Plaza de Cataluña, acceso por el lado montaña entre los surtidores, situado en el vestíbulo subterráneo casi enfrente de una oficina de la Guardia Urbana existente entonces, creo que hoy ocupada por TMB .
- Plaza de la Universidad, subterráneo en el centro de la plaza.
- Plaza de Urquinaona, subterráneo en la parte central de la plaza, lado mar.
- Plaza del Teatro (Ramblas), subterráneo junto al monumento a Frederic Soler (Serafí Pitarra).
- Avenida del Paral·lel, subterráneo frente al teatro (entonces cine) Arnau.
- Plaza de la Sagrada Familia, subterráneo en el lado montaña de los jardines.

Empresas de transportes públicos
- Avenida de la Luz, paseo subterráneo hoy inaccesible, bajo el trazado de la calle Pelayo desde Balmes hasta Plaza de Cataluña, perteneciente a la estación "Plaza de Cataluña" de la compañía privada FF.CC. de Cataluña, hoy FF.CC. de la Generalitat. Servicios subterráneos entonces accesibles desde la "Avenida de la Luz" o directamente por las escaleras de acceso situadas en la esquina Balmes/Pelayo.
- Estación "Plaza de Cataluña" de RENFE, servicios en el andén.
- Estación "Gràcia" de los FF.CC. de Cataluña, hoy FF.CC. de la Generalitat. Pasillo subterráneo de uso exclusivo para acceder a los servicios, accesible desde el interior de la estación o desde la entrada situada en la Plaza de Gala Placidia/Travessera de les Corts, bajo el edificio singular "Autopistas", hoy reconvertido en viviendas de "alto standing".
- Vestíbulo de la estación subterránea "Plaza de España" de la compañía privada FF.CC. Catalanes, hoy también FF.CC. de la Generalitat. Junto al acceso del centro de la Gran Vía, lado Llobregat.
- Estación "Sants" de RENFE, hoy ADIF. De los pocos en toda esta relación que siguen existiendo y siendo accesibles libremente hoy en día. Hay uno en el vestíbulo que da a la plaza de los Països Catalans, entrando a mano izquierda, otro situado en el lado opuesto bajo un gran plano de las líneas de metro y otro situado en uno de los pasillos que unen los vestíbulos de llegadas y de salidas, bajo las oficinas de la estación, cuya puerta está parcialmente oculta por una escalera lo que le hace pasar bastante desapercibido, ventaja que viene contrarrestada por sus minúsculas dimensiones.
- Estación "Sant Andreu Arenal" de RENFE/ADIF, situada en la confluencia de Avenida Meridiana con el Paseo de Fabra i Puig. Unos lavabos en el vestíbulo a nivel de calle, que supongo que ya no serán accesibles sin billete como entonces, si es que todavía existen.
- Estación subterránea de Pº de Gracia, RENFE/ADIF. Pasillos de acceso y servicios existentes en el andén dirección Plaza de Cataluña, a los que entonces se podía acceder libremente desde el exterior sin necesidad de estar provisto de billete.
- Estación de Metro "Sagrera" en la Avenida Meridiana, servicios situados en el acceso cercano a la calle Felipe II.
- Servicios situados en la Terminal y oficinas de la Compañía Anónima Alsina Graells de Autotransportes en la Ronda Universidad, donde ahora hay un hotel.

Otros establecimientos no específicos del "ambiente" en los que se podía encontrar "ligue"
- Restaurante/Cafetería Nuria, al principio de la Rambla, lado números impares, cerca de la Plaza de Cataluña. Servicios en el sótano.
- Drugstore, en el Paseo de Gràcia. Situado entre las calles de Valencia y Mallorca, con puerta al Paseo de Gracia y a la calle Mallorca, los servicios se encontraban cercanos al acceso por la calle Mallorca, en el sótano. Ya no existe.
- El Corte Inglés de Plaza de Cataluña. Servicios situados primero junto a la ferretería en el primer sótano y luego en un pasillo del sótano inferior.
- Servicios del parking subterráneo de la Plaza de Castilla.
- Cine Atlántico. Ya comentado en este blog. Situado en las Ramblas,122, aunque acabó siendo un lugar de encuentro para homosexuales, tiene una historia que vale la pena conocer. Propiedad de Lluís Graner, este local fue inaugurado en el año 1.904 por Adrià Gual como Sala Mercé (descrita más tarde por algún autor como "el primer cinematógrafo de la burguesía barcelonesa"), donde se ofrecían representaciones que hoy llamaríamos "multimedia", conjugando cine, diapositivas, comentarios hablados y musicales (ambos "en vivo" con narradores y orquesta) potenciados con juegos de luz y efectos especiales. Aquel mismo año en la planta sótano se instalaron las llamadas "Grutes Fantàstiques", diseñadas y construídas por Gaudí, que siguieron allí hasta 1.908, transformándose definitivamente la sala en cine a partir de 1.909. Se denominó Atlantic Cinema desde 1.936 hasta 1.939 y Cine Atlàntico (con su inseparable "apellido": "siempre apto") desde 1.939 hasta el 16 de enero de 1.988, fecha en que se dio paso a su derribo para construir un hotel.

Cine Atlántico, febrero 1.988
Cine Atlántico ya vendido, antes de dar paso a la construcción de un hotel en su lugar
A estos lugares cabe añadir otros que, aunque no eran específicamente de "ligue", servían para trabar contacto más discretamente después de haberse conocido en alguno de los servicios públicos, que a veces eran demasiado públicos por la cantidad de gente que los frecuentaba. Por ejemplo:
- Servicios de la cafetería del Centro Cultural de los Ejércitos, popularmente llamada Casino Militar. Situada en la acera de la Plaza de Cataluña donde actualmente se encuentra el Corte Inglés, cerca de la esquina con la calle Fontanella, fue finalmente engullida en una de las ampliaciones del centro comercial. Era muy útil a la salida de los múltiples servicios públicos de la Plaza de Cataluña.
- Servicios de la Cafetería del hotel entonces denominado Splendit, aproximadamente sobre el número 122 de la calle Pau Claris y accesible entonces para el público ajeno al hotel. Muy tranquilos aunque debía pasarse por delante de la barra del bar para acceder a ellos. Para utilizar a la salida de los servicios de la estación de RENFE de Paseo de Gràcia.

Sobre todos estos lugares y algunos otros, como portales y zaguanes de algunos edificios que no se cerraban por la noche porque aún no había tantos problemas de seguridad como ahora, hablaré más extensamente según lo requieran los lances que me acaecieron o de los que fui testigo en cada uno de esos lugares, que relataré a partir del siguiente post si la memoria me sigue siendo suficientemente fiel.

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* Aprovecho para dejar claro de ahora en adelante, por si aún no lo estaba, que, por una parte, me considero homosexual sin ningún reparo en cuanto a mis relaciones sexuales con otros hombres y, por otra, un heterosexual al uso en cuanto a mis relaciones sexuales con mujeres. Quizá soy un bicho raro pero, para mí, el obtener y proporcionar placer sexual es una actividad que me gratifica tanto si lo hago con hombres como con mujeres, aunque es innegable que de forma distinta. Por eso he elegido el término bisexual para definirme, porque creo que es el que mejor describe las diversas tendencias que se unen en mi persona y especialmente en mi cerebro. Me doy cuenta de que quizá pertenezco a una tipología "anormal" en este mundo en el que buscamos demasiadas clasificaciones tajantes para todo, pero si en esto no me adapto a ninguna clasificación cerrada y alguien piensa que en realidad sólo soy un homosexual reprimido que no quiere ser clasificado así, presentando la coartada de los contactos heterosexuales o bien que soy un heterosexual con el defecto de gustarle echar canitas al aire de todo tipo, lo lamento mucho pero, tal como lo he racionalizado y vivido sinceramente desde que tengo alguna madurez, asumo totalmente mi condición homosexual, pero no renuncio a mi condición heterosexual y viceversa.