Después de unos cuantos años sin publicar en este blog, lo retomo para comentar uno de los lugares más "productivos" de Barcelona, en lo que a cruising se refiere.
Pero hace tantos años de mis incursiones en esa y otras zonas que tendré que limitarme a narrar una serie de encuentros, elegidos por el pintoresquismo de la situación o de los personajes intervinientes, que muy posiblemente no tengan mucho que ver con los lugares específicos o los frecuentadores que puedan encontrarse hoy.
A los interesados en la situación actual de la zona, les remito a páginas como forocruising. Este enlace conduce a un post específico sobre Montjuïc, que es parte de un hilo más amplio sobre muchos otros lugares de cruising
que sin duda también tienen su interés. En esta entrada específica
sobre Montjuïc se describen los distintos espacios que existen en ese
gran parque, por lo que ahorraré al lector volver a describirlos aquí.
Entre los espacios que más frecuenté se encuentra el situado en el lado de los números pares de la vía entonces llamada Avenida de la Técnica, hoy calle de la Guardia Urbana. A este espacio se accede desde la esquina interior izquierda del aparcamiento exterior situado pasado el número 12 de la calle.
Por el interior de aquel espacio de bosque había distintos lugares más o menos cómodos y adentrándose por él se podía acceder a otras zonas del parque, si en aquélla no había éxito. Naturalmente, ciertos itinerarios no era factible hacerlos de noche por la dificultad de moverse en la semi-oscuridad u oscuridad completa (según la luna o si se estaba o no próximo a algún elemento del alumbrado público) y a esas horas convenía ir de uno a otro lugar usando las calles en lugar del interior de la vegetación. Esto propiciaba alguna vez el encontrarse con algún coche de policía que, generalmente, simplemente circulaba por allí de vigilancia sin interpelar a nadie.
No obstante, no era necesario ir de noche para encontrar algo, a cualquier hora y con cualquier climatología había siempre alguna oportunidad. Puedo asegurar que a las ocho de la mañana se hacían mamadas mientras se oía a los empleados de Parques y Jardines trabajar al otro lado de los arbustos o en una mañana lluviosa las mamadas se hacían bajo un paraguas o a media tarde nos encontrábamos los asiduos que aprovechábamos la salida del trabajo o algunos aprovechaban las propias oportunidades que les daba la particularidad del suyo, como aquel empleado de una empresa de mensajería que debía tener asignado aquel barrio lo cual le iba muy bien para darse unos minutos de asueto por allí y se presentaba incluso con el dispositivo electrónico utilizado para acreditar la entrega de los pedidos colgado del cuello. También a cualquier hora de la noche se podía encontrar a otras personas buscando lo mismo aunque, por lo extenso del parque, si bajaba la concurrencia podría darse que todo el mundo estuviera más espaciado entre sí, lo que no facilitaba el encuentro.
Por aquel lugar y por otros se veía a veces a un chico que debía estar por la treintena y que en ocasiones cargaba sobe el hombro un radiocasete de grandes dimensiones como los que estábamos acostumbrados a ver en algunas películas norteamericanas. Estuvo un par de veces en mi apartamento (sin radiocasete) y lo pasamos bastante bien, aunque no le gustaba el coito anal, solamente permitía esporádicamente algún dedo, estando radicado su interés más bien en tocarse, en mamadas mutuas y algo de petting.
Me explicó algunas experiencias con prostitutas por lo que llegué a la conclusión que o bien era bisexual como yo o estaba experimentando para llegar a alguna conclusión sobre su propia sexualidad.
Pero afortunadamente lo habitual era que los contactos fueran más placenteros, como en una ocasión en que a la hora de cierre de uno de los salones feriales más importantes de entonces, llamado "Sonimag", apareció un ejecutivo con traje, corbata y hasta cartera de mano (entonces todavía no se estilaban las mochilas como hoy) que en cuanto me vio la polla se amorró de inmediato y me obsequió con una mamada extraordinaria, con sus lamidas por la superficie y alrededores, sus ocasionales gargantas profundas, su lengua incansable, etc., etc. No sabría decir el tiempo que estuvo en su faena pero fue muchísimo comparado con lo habitual en estos casos al aire libre. Fue una de las mejores mamadas que me han hecho, a pesar de estar vestidos, yo de pie y él agachado vigilando su cartera y en la intemperie. De haberse dado en algún lugar más cómodo para ambos habría sido inenarrable.
En el otro plato de la balanza podemos poner a una persona también encontrada en aquel cruising que parecía bastante entusiasta y me había puesto tan caliente que, cosa rara, decidí que le dejaría que me follara. Como estuvo de acuerdo pero no me apetecía hacerlo allí mismo (en realidad, las pocas veces que me lo han hecho ha sido siempre bajo techado) le invité a venir a un apartamento que entonces tenía relativamente cerca, en lo cual estuvo de acuerdo. Sin embargo, cuando intenté retomar el asunto se había quedado muy serio, hasta el punto de que no quiso follar y nos marchamos cada cual por su lado. Con lo que me costaba entonces decidirme a que me follaran y por una vez que me decido, encontrarme con ese fracaso del que no llegué a comprender la causa, fue algo frustrante.
Una de las personas más asiduas que conocí en aquel lugar era otro chico de unos veinte y tantos que, como el que me pegó la neumonía doble, tosía mucho. Esta vez eso me puso en guardia, pues ya estaba escarmentado pero, al parecer, se trataba de una simple tos nerviosa según el diagnóstico que me explicó. Nos encontramos bastantes veces porque, entre otras razones, estuvieras donde estuvieras se le oía llegar por la tos. Era una persona muy caliente y versátil, por lo que cada vez que nos encontrábamos lo pasábamos muy bien. No era muy alto y tenia la particularidad de estar dotado de una polla larga, no muy gruesa y exageradamente curvada hacia abajo incluso en erección. Era un buen mamón y cuando te tenía bien caliente te cogía por la cintura para hacerte darle la espalda y te introducía la polla entre las nalgas. Estoy seguro que esto le daba muy buen resultado pero en mi caso, dada la diferencia de altura y la forma de su polla, yo no me negaba porque estaba seguro de que no conseguiría meterla y todo quedaría en un petting entre las nalgas acabado en masturbación, como así era siempre. Sin embargo, en una de las ocasiones la calentura era tanta que su maniobra acabó en una buena eyaculación por su parte sin haberse retirado, lo que me dejó bastante húmedo por detrás, pero cuando uno va de cruising ha de estar preparado para estos u otros percances como éste y los que he relatado antes. Le invité un par de veces a la sauna Galilea, situada no muy lejos de allí y creo que le descubrí ese mundo, por lo que aunque las dos visitas resultaron muy bien, los encuentros en Montjuïc se espaciaron y quiero suponer que quizá fuera porque decidiera visitar la sauna en lugar del cruising.
Otro persona, muy agradable y bastante asidua, era un chico norteamericano pasivo, de unos treinta años, que trabajaba en la cafetería de un conocido museo del casco antiguo de Barcelona y hablaba en un catalán irreprochable. Era muy pasivo y naturalmente buscaba mamar y que le encularan, cosa que cuando no me apetecía tampoco le hacía perder su amabilidad. Por poco que la temperatura mejorara ligeramente, enseguida se ponía unos pantaloncitos cortos e iba a ligar a Montjuïc. Supongo que habrá vuelto a su país y ojalá que vuelva a pasear y buscar ligues en su añorado Rodeo Drive de Beverly Hills.
Otra de mis experiencias curiosas fue un encuentro de noche con un chico bastante joven, en una zona boscosa iluminada por un farol cercano, que por el aspecto y la iluminación me pareció sacado de Querelle, el film realizado a partir de la obra de Jean Genet, Querelle de Brest, por Rainer Werner Fassbinder poco antes de morir. No me pude resistir a la escena del chico masturbándose lentamente, sentado en un tocón de árbol bajo la iluminación mencionada y me amorré a su polla con mucha afición. El chico no tardó en aflojarme la ropa, ayudado por mí, ponerme de espaldas y hacerme doblar el espinazo. Como yo llevaba chaqueta, sentí que me doblaba hacia adelante el faldón posterior de la misma, para dejarle todo mi culo a la vista y empecé a sentir su polla en mi ojete. No tenía una polla muy gorda por lo que supuse que entraría sin mucha dificultad y lo estaba deseando pero al parecer no acertó a apuntar correctamente y me ocasionó un súbito dolor punzante que me resultó insoportable, de modo que, sin darle opción a que lo intentara de nuevo mejorando la trayectoria, me incorporé y toda aquella escena que hacía un minuto parecía idílica terminó en unas excusas, que aceptó muy amablemente.
Visitando aquel lugar también se encontraban algunos pocos personajes cuando menos curiosos pues su actitud era bastante contemplativa y no parecía que les interesara nada ni nadie. Supongo que debían estar esperando su príncipe o princesa azul un día tras otro. Espero que lo encontraran cuando yo no estaba, pero puedo decir que en mi presencia nunca pude observar que estuvieran con nadie. Salvo uno que siempre se situaba en el mismo lugar y al que, una tarde, cansado ya de verlo en su postura indiferente me acerqué a tocarle el paquete. Dada su actitud habitualmente seria y distante me temía obtener un rechazo incluso violento, pero nada de eso, inmediatamente me bajó los pantalones, se sacó la polla y no pude por menos que agacharme a probarla en toda su magnitud, pues era de tamaño familiar. No me dejó muchos segundos para saciarme pues inmediatamente se puso un preservativo y me hizo poner de espaldas. Aparte de que tantas prisas no me gustaron, con lo estrecho que yo era entonces sabía que no conseguiría meterla o bien me destrozaría el culo, por lo que procuré no darle facilidades aunque fingí que intentaba facilitar la entrada pero, en realidad, lo que deseaba era que no consiguiera enfocar la punta, por miedo. Como afortunadamente así fue, me excusé, me puse bien la ropa y nos despedimos. Nunca más volvimos a hablar aunque nos volvimos a ver, él en su puesto fijo y yo deambulando como de costumbre.
De vez en cuando, las circunstancias permitían participar en improvisadas orgías o, al menos, observar escenas muy calientes, como en una noche en la que en mi espacio preferido encontré a un chico muy joven, doblado por la cintura y agarrado a un árbol que le servía de tope para no caer al suelo por las embestidas que le estaba propinando por detrás otro más mayor que él. Los gemidos que emitía eran muy provocadores y los que estábamos por allí no hacíamos más que observar sin atrevernos a nada más, tan cautivadora era la escena. Hay que decir que había que acercarse mucho para distinguir algo, dado lo cerrado de la noche y en ocasiones el activo se quejaba de tener tantos espectadores. Sobre este tema, siempre he pensado que si haces algo al aire libre estás expuesto a lo que suceda y debes aceptarlo, pero parece que el susodicho activo no era de la misma opinión y parecía molesto con la expectación, por no decir admiración, que levantaba. En esto, uno de los espectadores le acercó la polla a la boca del chico joven, de modo que los gemidos se transformaron en una especie de balbuceos, ya que pasó a tener la boca llena de polla. Así estuvieron todos un buen rato, mientras los demás permanecíamos mirando u ocasionalmente dábamos una pequeña vuelta para volver de nuevo al mismo lugar cuanto antes. Irremediablemente, la escena terminó según lo previsto, supongo, y cada cual se fue por su lado. Al chico más joven pasó a buscarlo un amigo suyo no menos joven y aquí me faltaron reflejos, porque iniciaron una conversación sobre como ir a un lugar, comentando la posibilidad de que el metro todavía funcionara o si tomarían el autobús o irían andando y no fui capaz de ofrecerles transporte privado. Lástima.
En este lugar, aunque los habituales que coincidíamos, sobre todo por la tarde, nos conocíamos al menos de vista, no faltaban algunos visitantes esporádicos que parecían ir allí solamente para obtener una mamada. Recuerdo a uno que me pareció, sin ninguna razón plausible, un prototipo de etíope. Bastante mayor, apareció en el lugar, se situó en un punto alto y se sacó la polla a los cuatro vientos. No habiendo nadie más, no me tocó más remedio que dirigirme hacia él y hacerme cargo de la situación. Era una gran polla, negra y muy suave, casi no me cabía en la boca, pero era tal el gesto indiferente y hasta diría que displicente por no decir despreciativo del mamado que no estaba muy convencido de seguir con ello, cuando ocurrió una coincidencia extraordinaria. Era una época en la que los teléfonos móviles no estaban muy extendidos y en plena mamada recibí una llamada por el móvil. A él le sorprendió, pero yo seguí todavía con la mamada intercalada con la conversación hasta que ya no me quedó más remedio que optar por la conversación, pues era una llamada de trabajo. Lo cual solucionó la duda de cómo dejar aquella mamada tan poco gratificante para mí.
Otro caso curioso que me sucedió fue cuando, desde hacía unos días, notaba una pequeña molestia en la garganta después de haber comido pescado. Ni comiendo miga de pan, ni bebiendo había conseguido que desapareciera aquella molestia que yo atribuía a alguna minúscula espina. Pues bien, resultó que uno de esos visitantes esporádicos que venían en busca de mamadas estaba dotado de una hermosa polla, larga y delgada, perfecta para intentar deshacerme del problema. Me encantan las pollas que, al contrario que las gordas que limitan bastante las posibilidades dentro de la boca, siendo más delgadas permiten cierto juego y, en este caso, el juego consistió en intentar una garganta profunda. Dicho y hecho, tras unos cuantos movimientos hacia dentro y hacia fuera, el visitante acabó masturbándose agradecido y yo me deshice de la molestia, sin que él tampoco mostrara ninguna señal de molestia por su parte.
En estos lugares, no todo son siempre éxitos. Como he comentado antes, hay gente de todo tipo y a lo largo del tiempo me he encontrado con algún disgusto, pero han sido más las veces en que he perdido oportunidades por timidez, por no reaccionar a tiempo, como ya he contado, o bien por interpretar erróneamente ciertas señales, aunque sea bajo el atenuante de que por la noche no siempre es posible interpretar adecuadamente algunos gestos. Por ejemplo, en una ocasión estaba en un cuerpo a cuerpo, todavía vestidos, en un claro del bosque y de noche. Poco a poco se había venido concentrando gente alrededor y la temperatura corporal subía constantemente. El otro llevaba una mochila y en un momento determinado, se separó de mí e hizo un gesto para quitársela que, en aquel punto y de noche, me pareció un amago de agresión. Sin parar en la cuenta de lo absurdo que hubiera sido eso con la cantidad de gente que había, hice un gesto instintivo de apartarme que duró muy pocos segundos, pero que cuando se evidenció mi metida de pata me hizo sentir tan ridículo que opté por seguir apartándome y me marché. Me imagino que el chico debió quedarse con un palmo de narices, pues supongo que el desprenderse de la mochila era el paso previo para quitarse la ropa, pero lo único que puedo decir es que me merezco haberme quedado sin lo que hubiera resultado en un buen encuentro, por mi estupidez. Deseo que al menos el chico encontrara alguien que le aliviara su calentura cosa que, dada la cantidad de gente que se había congregado allí, espero que así fuera.
También de vez en cuando aparecía algún chaperillo pero los que yo encontré debo decir que eran inofensivos. Uno de ellos creo que ni siquiera debía serlo pues era un chico muy joven que acudía allí solamente de noche y simplemente se contentaba con pedir un cigarrillo o dos. Como yo nunca he fumado no podía darle nada y ya no me seguía la conversación. Yo tampoco tenía ganas de seguirla, por lo que no sé si hubiéramos hecho algo ni si con otros lo hacía. Otro chiquito bastante joven era uno morenito, bastante guapo y que además se vestía con un conjunto blanco que resaltaba bastante. Cuando se cruzaba con alguien, se llevaba la mano inequívocamente al paquete y se agarraba lo que supongo era su polla que, a juzgar por el bulto que mostraba, debía ser voluminosa. Nunca le pedí precio, por lo que ignoro más detalles. Solamente recuerdo haberlo visto varias veces durante una corta temporada en verano y en una ocasión vi como se juntaba con alguien en el fondo del bosque, pero no me acerqué a comprobar. Al cabo de pocos minutos, el otro volvió y salió de la zona de cruising con aspecto de haber hecho algo pecaminoso y poco después salió el chico. Supongo que mis sospechas serían ciertas, pero me quedé con las ganas de averiguar algo más y, quién sabe, quizá probar a un chapero, pero ya no lo volví a ver más.
Finalmente, no desearía cerrar esta entrada sin hablar de los más maduros, ahora que ya soy uno de ellos y con creces. Conocí a bastantes y muchos de ellos activos, por lo que no acabé de intimar totalmente con ellos, pero creo que en general hay que agradecerles la naturalidad con la que hablaban de follar a uno o a otro y el sentido práctico de muchos de ellos que, si no les cuadraba hacerlo con alguien, se quedaban tan tranquilos esperando a mejor ocasión. Se sobreentendía que siendo mayores que los demás podían dar consejos sobre como hacer tal o cual cosa, como por ejemplo uno de ellos que, en aquellos tiempos en que todavía no se conocía el SIDA/VIH, aconsejaba hacerlo con preservativo, no por el riesgo de pillar una ETS, sino porque según su experiencia el condón unificaba la superficie de lo que entraba de modo que se deslizaba con más suavidad hacia dentro, que era lo que se pretendía ya que, según su opinión, si se hacía a pelo había más posibilidades de que se atascara.
Gracias por leer hasta aquí esta larga entrada. En la próxima hablaré de otros lugares no tan abiertos, conocidos popularmente como locales de "ambiente".
Espero y agradezco los comentarios de los lectores a esta entrada y a cualquier otra.